Es indudable que Venezuela sufre una severa crisis económica. Son evidentes las manifestaciones de esa crisis. Tal vez la más notoria es una caída significativa del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores.
Efectivamente, durante 2014 la gente que trabaja y vive de su salario ha estado padeciendo los rigores de una tasa de inflación considerablemente elevada, que a finales de este año será mayor al 70,0%, con toda seguridad. Lo más grave de todo ello es lo referido a los alimentos cuyos precios llevan una tendencia que ubicará su aumento en 100,0%. No hay salario que pueda soportar semejante alzas de precios.
Pero la crisis tiene también otras dimensiones. En primer lugar, vive Venezuela un serio problema fiscal que se traduce en el hecho que los ingresos que recibe el gobierno no alcanzan para cubrir el gasto. Así, a lo largo de 2014, el gobierno ha recibido ingresos, digamos, por 100 y gasta 120. Ese déficit ha sido financiado recurriendo el gobierno a un mecanismo sumamente peligroso: la impresión de billetes sin respaldo por parte del Banco Central de Venezuela, quien actúa como una caja chica del gobierno. Son esos bolívares en exceso los que presionan los precios y provocan la devaluación del bolívar.
En segundo lugar y relacionado con lo anterior, la pérdida de valor del bolívar contra el dólar y el euro han hecho de nuestra unidad monetaria una caricatura de moneda, sin ningún valor práctico. Con una cotización del dólar en el mercado paralelo en el entorno de los Bs 100,0, es obvio que el bolívar carece de valor.
La tercera manifestación de la crisis económica es la escasez y los mercados negros. En realidad el socialismo en todas partes del mundo ha implicado escasez y desabastecimiento porque ese sistema destruye las capacidades productivas de las naciones. Esa escasez antes no se había manifestado con fuerza porque había dólares suficientes para importar bienes que suplieran la insuficiencia de la producción nacional. Ahora que los dólares se evaporaron, la escasez se ha agudizado peligrosamente. Pero no se trata de que no se consigan súper computadoras o equipos sofisticados, sino productos básicos como acetaminofén o leche en polvo, que antes se fabricaban en Venezuela en cantidades suficientes.
El cuarto componente de la crisis es la situación calamitosa en que se encuentra PDVSA, empresa incapacitada para subir la producción, altamente endeudada y además muy mal gerenciada.
Finalmente, la crisis se expresa en la falta de liderazgo en materia económica. Los ministerios del área económica están literalmente acéfalos. No hay que trace planes, defina políticas y dirija un plan económico creíble que restablezca la confianza en el bolívar, hoy severamente depreciado. Los planes de unificación cambiaria quedaron en el olvido, ya ni el gobierno habla de ellos porque el ala más retrógrada del PSUV logró imponer sus criterios.
Mientras la crisis avanza, al compás de ella cae la popularidad de Maduro y con él la aceptación del PSUV se viene al suelo. Tendrá que decidir ese partido entre seguir apoyando a Maduro o replantearse nuevas estrategias y otros políticas que le permitan al país salir de este atolladero en que lo metió Maduro.
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